Francisco se encontró con religiosos, alumnos y empleados del Colegio Pío Rumano en ocasión del 85 aniversario de fundación. A ellos el Papa habló sobre la importancia de las raíces, de las tradiciones religiosas y culturales. Les pidió que sean apóstoles alegres de la fe, reconciliados con todos, tejiendo la unidad
El Papa Francisco, al recibir a los Superiores de la Congregación para las Iglesias Orientales, sacerdotes, alumnos y empleados del Colegio Pío Rumano les recordó cuando hace dos años, en la Divina Liturgia que presidió en Blaj, en el Campo de la Libertad, donde les animó a resistir a las nuevas ideologías que pretenden imponerse y desarraigar a los pueblos, a veces de forma insidiosa, de sus tradiciones religiosas y culturales. Durante esa celebración, les dijo, proclamé beatos a siete obispos mártires, señalándolos como ejemplos para todo el pueblo rumano.
Hablando sobre las tradiciones religiosas y culturales, raíces de un pueblo, el Pontífice dijo que, si no se alimentan las raíces, la tradición religiosa pierde fecundidad, creándose un proceso peligroso: a medida que pasa el tiempo, uno se centra cada vez más en sí mismo, en su propia pertenencia, perdiendo el dinamismo de sus orígenes. El Papa, les pidió que se mantengan como “Pastores pobres en cosas, pero ricos en el Evangelio. Sean alegres apóstoles de la fe que habéis heredado, dispuestos a no guardar nada para ustedes y reconciliados con todos, perdonando, tejiendo la unidad, superando toda animosidad y victimismo”.
El Papa recordó que: «el Evangelio no se proclama con palabras complicadas, sino en el lenguaje del pueblo, como nos enseñó Jesús, la Sabiduría encarnada. La buena tierra es también la que te hace tocar la carne de Cristo, presente en los pobres, los enfermos, los que sufren, los pequeños y los sencillos, en los que sufren y en los que Jesús está presente. Pienso en particular en los numerosos refugiados de la vecina Ucrania, a los que Rumanía también acoge y ayuda».