Siempre para adelante, aunque si te traicione tu ser, siempre para adelante, no depender de nadie. Es fácil cuando no te sientes frágil. Es fácil cuando todo te sonríe.
Seguramente una buena dosis de autoestima, de quererse bien así mismo ayuda tanto. Y allí está el secreto. Puedes tocar fondo muchas veces en tu día, en tu vida. Puedes caerte otras tantas. Pero no es de las caídas, y raspones que tu vida se deberá concentrar, sino más bien de las veces en que tocando fondo te empujaste para arriba y saliste a flote. Y de las veces que te caíste y te viste toda raspada, que te levantas con toda dignidad, y seriedad como si aquí no ha pasado nada, te limpias la ropa llena de polvo y sigues adelante, o te ríes de tí misma, de lo tonta que fue tu caída (como todas las caídas) y que aquí no ha pasado nada.
Porque en el fondo «aquí no ha pasado nada». Pues la vida te enseña que esa caída es nada para las que vendrán, que tiene que servirte solamente para madurar otro poco más, llenarte un poco más de sabiduría. Y alcanzar a ver siempre aquel vaso medio lleno y no medio vacío.