Francisco concluyó su visita a Chile y Perú. El Pontífice respondió, como es habitual a las preguntas de los periodistas durante su vuelo de regreso a Roma, abordando varios temas, entre ellos, el caso de Mons. Barros.
¿“La fe de la gente? Una cosa de no creer”, con estas palabras el Papa pone el sello a la conferencia de prensa aérea, reconociendo que este aspecto espiritual ha sido lo que más le ha conmovido durante la semana que pasó en el lado oeste de su continente. Hubo muchos momentos conmovedores como el espectáculo del millón 300 mil fieles peruanos, congregados en la inmensa explanada de la Base aérea de las Palmas para participar de la Misa conclusiva del viaje, con una homilía marcada por el entusiasmo incontenible de la multitud. Pidió a los peruanos que «cuiden la riqueza» de su país, pero no la de las Iglesias y Museos, que son algo genial, sino la fe que pudo apreciar en Perú.
Igualmente, Francisco admitió que el mismo impacto le ha causado el afecto y testimonio de los chilenos, que ha percibido en todas partes, desde las calles de la capital, así como en las de Temuco e Iquique: toda una demostración de fe a la que se añade la calidez de la gente, afirmó, reconociendo que le ha contagiado una emoción especial en algunos momentos. «Yo no esperaba tanta gente en la calle», afirmó el pontífice, consideró que la «espontaneidad en Chile fue muy bonita y que Incluso en Iquique, que no lo esperaba, fue mucha gente, al igual que Temuco y en Santiago». «Las calles de Santiago hablaban por sí mismas», destacó Francisco, que pidió a los periodistas «que fueran a los hechos concretos» a la hora de informar. Rechazó la idea de que ha dejado un Chile dividido, aunque agregó que quizá el caso del obispo Juan Barros «podría ser la causa».
Francisco recordó el encuentro en la cárcel con las mujeres afirmando que es muy sensible al tema de las cárceles y a los encarcelados, ya que siempre se pregunta por qué ellos y no él, han terminado en esa situación.
También destacó su visita a Puerto Maldonado, donde se encontró con los pueblos indígenas, donde tuvo lugar la reunión de la comisión presinodal para la Amazonía, así como la visita al Hogar El Principito que tocó su corazón ya que la mayoría de los niños que vive allí han sido abandonados.
En la conferencia se tocó también el asunto de Mons. Barros, obispo de Osorno, al centro de las polémicas acusaciones de complicidad y de guardar silencio encubriendo casos de abusos cometidos por el padre Karadima. Francisco, explica en español e italiano, cómo la estima por el prelado y especialmente la falta de elementos implicatorios, lo convencieron de rechazar reiteradamente su dimisión. Pese a todas las investigaciones, el Pontífice explica que no hay evidencias al respecto y reitera que esto es precisamente lo que él ha querido reforzar: no puede condenarlo porque no hay pruebas ni evidencias y asimismo, el Papa expresa su convicción acerca de la inocencia del obispo. El pontífice tocando este tema pidió disculpas, pues al solicitar pruebas, reconoció sinceramente que usó un término equivocado cuando dijo que, ante la ausencia de evidencias, no tomaría medidas contra Monseñor. Barros. Una expresión que ha herido la sensibilidad de las víctimas de abuso y Francisco lo reconoce con franqueza ayudado, dice, también; por las acertadas declaraciones del Cardenal O’Malley sobre este tema.
“Qué sienten los abusados: sobre esto tengo que pedir disculpas porque la palabra “prueba” ha herido a tantos abusados, dijo el Papa. Pido disculpas si les hice daño sin darme cuenta, hecho sin querer. En Chile recibí dos abusados (tres son los casos publicados). Me doy cuenta de que mi expresión no fue feliz. Barros permanecerá allí, no puedo condenarlo si no tengo pruebas […] He escuchado la declaración del Cardenal O’Malley y le agradezco porque fue muy justa. La Comisión Pontificia para la protección de menores va adelante”.
El Papa sobre el tema de los abusos sexuales contra menores, en Chile habló en dos ocasiones y «con mucha fuerza» al respecto. Recordó que fue con el papa Benedicto XVI que se aplicó la tolerancia cero y él sigue con esa tolerancia cero. Desveló que a lo largo de cinco años de pontificado no firmó ningún permiso de gracia, última instancia en un proceso que puede acabar en la expulsión del sacerdocio, de las entre 20 y 25 peticiones que le han llegado.
El pontífice también abordó en la rueda de prensa el tema de la corrupción, que fue recurrente en la visita a Chile y sobre todo en Perú. En su conversación con los obispos en la última jornada de viaje a Perú, el papa calificó la política latinoamericana de «muy enferma» y entre otras causas lo achacó a la corrupción. «En Latinoamérica hay muchos focos de corrupción», aseguró, aunque añadió que también existe en países de Europa, al responder sobre los casos en Perú. Dijo que estaba de «moda» ahora hablar del caso Odebretch (la constructora brasileña acusada de sobornar a gobiernos de varios países de Latinoamérica), pero que esto era solo un «botón de muestra» respecto a todo lo que existe. Reconoció que también hay casos de corrupción en la Iglesia y relató por qué se ha intervenido el movimiento católico peruano Sodalicio y aseguró que la sentencia en apelación para su fundador, Luis Fernando Figari, saldrá antes de un mes. El papa clamó contra la corrupción, a la que definió como «ciénaga» de la que no es posible salir y que causa «la destrucción de la persona». «Todos somos pecadores (…) pero luego intentamos no volver a hacerlo. Yo al pecado no le tengo miedo, le tengo miedo a la corrupción, que te va viciando el alma y el cuerpo», añadió. Para Jorge Bergoglio, «un corrupto está tan seguro de sí mismo que no puede volver atrás».
Durante la rueda de prensa también afirmó que son corruptos «los empresarios que le pagan la mitad de su sueldo a los obreros» o «las amas de casa que piensan que es normal o explotar a las mucamas (asistentes domésticas) con el sueldo o el modo de tratarlas». También admitió que en la Iglesia hay corrupción «porque siempre hubo hombres y mujeres de Iglesia (que) entraron en el juego de la corrupción».
También aclaró una de las anécdotas del viaje: la boda de dos asistentes de vuelo en el avión papal. Subrayó que no fue algo precipitado pues dijo que les interrogó «un poco y las respuestas eran claras», sabían que esto era «para toda la vida» y le garantizaron que habían hecho un curso prematrimonial. «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy», afirmó al respecto, y entonces, tras considerar «que estaban preparados y después de que hicieron el sacramento de la penitencia, los casé», indicó.
Otra pregunta vuelve al concepto expresado por el Papa durante el Encuentro con las Poblaciones Amazónicas, sobre la existencia de políticas ambientales que contraponen la protección de la naturaleza con la de los seres humanos. El Papa Francisco repite que sí, desafortunadamente ha sucedido que para proteger la foresta, algunas poblaciones fueron echadas y luego la foresta misma fue explotada. También reitera, por pedido de un periodista peruano, la urgencia de que América Latina se libere del fenómeno endémico de la corrupción. Una plaga, esta de la «doble vida», que también la Iglesia ha conocido y conoce y que hace sufrir a Francisco.
El tema del medio ambiente fue abordado por el Papa, cuando frente al mar en Huanchaco, en la turística localidad peruana de Trujillo, recordó las consecuencias dolorosas de fenómenos como El Niño Costero, atribuidos al cambio climático, una de las grandes preocupaciones del pontífice. Frente a esta playa meta de surfistas, Francisco ofició una misa ante unas 200.000 personas. El Papa ha advertido siempre de los efectos del cambio climático y continúa sus llamamientos para que se tome consciencia de ello.
Advirtió de que hay otras tormentas que amenazan la sociedad en esta zona y que tienen efectos «devastadores» y citó la «violencia organizada, como el sicariato, y la inseguridad que esto genera». Las otras «tormentas» de las que habló el papa fueron «la falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente en los más jóvenes, que les impide construir un futuro con dignidad; la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros». Para Francisco, la solución para salir de estas «tormentas», de sacar a los hijos adelante ante estas situaciones «se llama Jesucristo». Francisco continuó: «con Jesús, el alma de este pueblo de Trujillo podrá seguir llamándose ‘la ciudad de la eterna primavera’, porque con Él, todo es una oportunidad para la esperanza». «Los peruanos en este momento de la Historia no tienen derecho a dejarse robar la esperanza», agregó Francisco.
Un cronista pide un comentario sobre el tema del cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga y del dinero… pero el Papa afirma que no tiene nada que decir más de lo que el cardenal mismo ha declarado. Y sobre Chile, que en 20 años ha reducido el nivel de pobreza del 40 al 11%, surge la consideración de las bondades o no de las políticas liberales. Francisco aborda el tema precisando que acerca del liberalismo, es necesario estudiar bien los casos -el caso de Chile no lo conoce-. Pero hay países en América Latina con políticas liberales, afirma, que los han llevado a una pobreza aún mayor. No soy un técnico, dice el Pontífice, pero en general, una política liberal que no involucra a todo el pueblo es selectiva y causa un debilitamiento.
En este viaje a Perú y Chile, Francisco denunció que en la ciudad existen personas que «consiguen los medios adecuados para el desarrollo de la vida personal y familiar», mientras que «son muchísimos los no ciudadanos», «los ciudadanos a medias o los sobrantes urbanos». De estas personas, «que están al borde de nuestros caminos», Francisco señaló que van a vivir «a las márgenes de nuestras ciudades sin condiciones necesarias para llevar una vida digna». «Duele constatar, agregó, que muchas veces entre estos sobrantes humanos se encuentran rostros de tantos niños y adolescentes». Lamentó que las ciudades y nuestros barrios «que podrían ser un espacio de encuentro y solidaridad, de alegría» se «transformen en un espacio de huida y desconfianza».
A los jóvenes peruanos les instó «que descubran en la sabiduría de sus abuelos, de sus ancianos, el ADN que guió a sus grandes santos». «No se desarraiguen», insistió, y a los abuelos y ancianos les exhortó a «transmitir a las jóvenes generaciones las raíces de su pueblo y la sabiduría del camino para llegar al cielo». Y concluyó exclamando: «A todos los invito a no tener miedo a ser los santos del siglo XXI».
El papa invitó desde Perú a «luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio», durante una celebración dedicada a la Virgen en la plaza de Armas de Trujillo durante su segunda jornada de visita a este país. El discurso dedicado a la Virgen ante miles de personas congregadas en la Plaza de Trujillo se convirtió en un homenaje a la mujer cuando alabó a todas las madres y abuelas de esta Nación que, dijo, «son verdadera fuerza motora de la vida y de las familias del Perú». Pidió «reconocimiento y gratitud» ante las mujeres que son un bastión en las vidas de nuestras ciudades y que casi siempre silenciosas llevan la vida adelante. Y entonces hizo el llamamiento: «Mirando a las madres y a las abuelas luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio». «Y son muchas las situaciones de violencia que quedan silenciadas detrás de tantas paredes. Los invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia», dijo. Francisco ha clamado en numerosas ocasiones contra la violencia contra las mujeres, pero en sus alocuciones públicas resulta que aún no había utilizado el termino feminicidio. El pontífice también abogó por una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea «el sufrimiento de los hermanos».
Un viaje lleno de curiosidades, como cuando en Perú, el coche en el que viajaba el Papa se detuvo porque se ponchó una llanta, obligando a Francisco a cambiar sobre la marcha de transporte en su camino a la reunión con el presidente Pedro Pablo Kuczynski a su regreso de la ciudad amazónica de Puerto Maldonado. O cuando el Santo Padre se bajó del papamóvil en uno de los trayectos por las calles de Trujillo, siempre en Perú, para saludar a Trinidad, una mujer que llevaba un cártel que decía que cumplía 99 años y que estaba ciega y que quería tocar su mano.
«Me llamo Trinidad cumplo 99 años. No veo. Quiero tocar tu manito», se leía en el cártel que una persona levantaba con el deseo de la anciana en espera de que lo viese el papa a su paso por las calles de Trujillo.
El portavoz del Vaticano, Greg Burke, explicó que Francisco vio a la anciana mandó parar el vehículo para bendecirla en el día de su cumpleaños. En varias ocasiones durante sus viajes, el pontífice ha hecho que se detuviese el papamóvil después de ver a personas que le pedían una bendición o un saludo.
En fin, sobre Perú el Papa habló del pueblo con “una fe que impresiona”. “Me llevo la impresión de un pueblo creyente, que pasa muchas dificultades y las pasó históricamente”. “Yo me llevo de Perú una impresión de alegría, de fe, de esperanza, de volver a andar, y sobretodo muchos chicos”. Y de Chile, un país, donde se formó durante varios años para el sacerdocio, asegura que vuelve del país “contento”, y que no esperaba tanta gente en la calle. “Esa gente no fue pagada y llevada en colectivo. La espontaneidad de Chile fue muy bonita. Incluso en Iquique. En el sur lo mismo. Y en Santiago lo mismo. Las calles de Santiago hablaban por sí mismas”, ha relatado Francisco. La impresión de Chile fue muy fuerte y gratificante”.
Las fotos son cortesía de Vatican News.