Peregrino de la paz

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Viaje del Papa en Colombia. Del 6 al 11 de septiembre:

Mensajes que recordarán este viaje.

6-10 sep.- La visita pastoral de cinco días que el papa Francisco concluyó el domingo 10 de septiembre, en Colombia puede haber sembrado la semilla de la reconciliación en un país que si bien firmó la paz con las FARC sigue sin encontrarse a sí mismo por las profundas divisiones políticas internas.

El pontífice llegó el miércoles a Colombia para una visita cuyo lema fue «Demos el primer paso» y no se cansó de exhortar a este país de 48 millones de habitantes a que busque la reconciliación porque solo así se puede alcanzar la verdadera paz, un mensaje que parece haber calado a juzgar por las reacciones de la gente.

«No nos quedemos en dar el primer paso, sino que sigamos caminando juntos cada día en busca del encuentro con el otro, en busca de la armonía y de la fraternidad, no podemos quedarnos parados», dijo el obispo de Roma al concluir en Cartagena de Indias su última misa en el país. Francisco vino a Colombia a mostrar que paz y reconciliación deben formar un matrimonio indisoluble porque sin la segunda los conflictos se reciclan y se perpetúan en el tiempo y la primera no pasa de una buena intención.

«Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz para siempre», afirmó en Cartagena. En esta tarea tienen un papel fundamental los jóvenes, las nuevas generaciones que no están tan marcadas como sus padres o abuelos por las cicatrices del conflicto que hacen más difícil perdonar, y por eso el papa, en el encuentro que tuvo con la juventud el pasado jueves en Bogotá, les pidió que ayuden a sus mayores a «dejar atrás el lastre del odio».

Pero como todo no puede quedarse en las buenas intenciones, el papa también llamó a que haya verdad y justicia, pues sin esos dos pilares no se llega a la reconciliación para construir una paz estable y duradera, que es lo que el país sueña. «La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón», afirmó en Villavicencio, donde tuvo un conmovedor encuentro con víctimas y victimarios del conflicto armado.

A ellos les dijo: «Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos».

Más claro no ha podido ser el papa, que también habló directo a los obispos colombianos a quienes les recordó que son «pastores» al servicio de la concordia y no «técnicos ni políticos». Igualmente, puso el dedo en otras llagas que carcomen a la sociedad colombiana, como el narcotráfico y la corrupción, que condenó de manera tajante, particularmente este domingo cuando en una homilía dedicada a los derechos humanos afirmó que el negocio de las drogas «lo único que hace es sembrar muerte por doquier truncando tantas esperanzas y destruyendo tantas familias».

La visita del papa fue también una luz de esperanza para los excluidos, indígenas y afrodescendientes, que tuvieron en su mensaje y su carisma una voz de aliento. A su paso por Colombia pronunció significativas frases que le llegaron al corazón a los millones de feligreses que escucharon sus discursos hablando sobre el perdón, la paz, la corrupción, la alegría y hasta la cizaña.

El 6 de septiembre, cuando llegó a Bogotá para comenzar un recorrido de cinco días que lo llevó también a las ciudades de Villavicencio, Medellín y Cartagena, el obispo de Roma envió su primer mensaje:

«No se dejen vencer, ni engañar, ni pierdan la alegría, ni la esperanza ni la sonrisa», expresó a los jóvenes que lo esperaban en la Nunciatura Apostólica y entre quienes había antiguos indigentes rescatados de la calle y las drogas.

Al día siguiente, la agenda del pontífice comenzó en la Casa de Nariño, sede del Ejecutivo, en donde invitó a los colombianos a «huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo».

En la Plaza de Armas del palacio presidencial el obispo se refirió al proceso de paz entre el Gobierno y las FARC y alentó a los presentes al sostener: «No están solos. Somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso. Este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz». Ese mismo día, ante unos 22.000 jóvenes que lo esperaban en la Plaza de Bolívar de la capital colombiana, Francisco dijo desde el balcón del palacio cardenalicio: «No se dejen robar la alegría ni la esperanza». Ante la expectación del juvenil público, que en repetidas oportunidades lo ovacionó, el papa reflexionó que en Colombia, país dividido tras el acuerdo de paz, son «las nuevas generaciones las únicas capaces de cambiar esta sociedad», por lo que les recomendó:

«¡No le teman al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande!». Las lágrimas se apoderaron entonces de los rostros de los jovencitos, cuando antes de partir el papa les pidió: «Vayan adelante, no tengan miedo porque solo así se animarán a descubrir el país que se encuentra detrás de Colombia».

Ya el 8 de septiembre, en Villavicencio, segunda estación del viaje apostólico, se vivió uno de los momentos más emotivos durante la misa que celebró en el recinto ferial Catama, hasta donde llegaron víctimas del conflicto armado y exmiembros de grupos alzados en armas. «La reconciliación se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer la esperanza. Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso», aseveró en la homilía. Reconciliarse, agregó, «es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto», por lo que «cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza se convierten en las protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz». En dos ocasiones Francisco repitió: «Basta una persona buena para que haya esperanza, y cada uno de nosotros puede ser esa persona», lo que generó una enérgica y positiva respuesta del público.

En su tercer destino en Colombia, Medellín, alertó el 9 de septiembre a 14.000 religiosos que se dieron cita en el centro de eventos La Macarena, de la facilidad de caer en la corrupción. «Como he dicho ya en otras ocasiones, el diablo entra por el bolsillo. Todos tenemos que estar atentos porque la corrupción en los hombres y mujeres que están en la Iglesia empieza así, poco a poco, se enraíza en el corazón y acaba desalojando a Dios de la propia vida», advirtió.  Igualmente, denunció a los «sicarios de la droga», en alusión a narcotraficantes como Pablo Escobar, que «destruyeron las ilusiones de tantos jóvenes» y pidió orar por ellos para que alcancen «el perdón de Dios».

En su incesante discurso en favor del cambio de mentalidad en este país, el obispo de Roma reclamó que «en este enorme campo que es Colombia, todavía hay espacio para la cizaña. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña».

Finalmente, en Cartagena, donde el papa ofició la última misa de su visita a Colombia, volvió a hacer énfasis en la importancia de avanzar, juntos, en el proceso de transformación nacional. «Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural. A la cultura de la muerte, de la violencia, respondamos con la cultura de la vida, del encuentro», dijo sobre la firma de la paz.

Ya para despedirse y terminar de conquistar a todo un país que literalmente se paralizó durante su estadía, puntualizó con contundencia: «Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el mensaje de la paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz para siempre».

Francisco se despidió de Colombia, con un llamamiento para que entre los colombianos haya abrazos de paz y el fin de la violencia.

«Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre», afirmó el papa tras celebrar una misa en la ciudad de Cartagena de Indias en el último acto de esta visita. Agradeció el esfuerzo y colaboración para haber hecho realidad esta visita, en un mensaje al terminar la misa ante cientos de miles de personas en el área portuaria de esta ciudad.

«Son muchos los que han colaborado dando su tiempo y su disponibilidad. Han sido días intensos y hermosos en los que he podido encontrar a tantas personas, y conocer tantas realidades que me han tocado el corazón. Ustedes me han hecho mucho bien», dijo Francisco.

«Queridos hermanos, quisiera dejarles una última palabra: no nos quedemos en ‘dar el primer paso’, sino que sigamos caminando juntos cada día para ir al encuentro del otro, en busca de la armonía y de la fraternidad. No podemos quedarnos parados», les instó. Dijo que san Pedro Claver, que se ocupó de los esclavos que llegaban desde África a estas costas, «no se quedó parado, después del primer paso siguieron otros y otros». «Su ejemplo nos hace salir de nosotros mismos e ir al encuentro del prójimo. Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre», concluyó con este mensaje su última homilía de su viaje de cinco días al país.

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